Son fuertes, seguras y saben de callos. Palpitan sólo cuando voy a su lado.
Se parecen a las del cirujano,
obran con premura, cuando se es necesario.
Diría, que ellas hablan y
pueden medir el gesto de las personas que cruza.
Míralas, casi se deformaron
por el esfuerzo, ya que les gusta lo que hacen.
Son sensibles y sé confiar en ellas, si me lo exigen. A veces lloran, a veces.
Se creen las del músico, que
juegan movimientos extraños, al dar melodía.
Dóciles, se coordinan con todo
mi cuerpo para alcanzar los mejores logros.
Míralas, ellas parecen sucias
mas es el color de mi oficio, que tanto valoro.
Son abrigadas, ya que en los días fríos se miman. A veces, secan lágrimas.
Se sienten las del que golpea
piedras en la mina. Sabedoras y entrenadas.
Duramente
negocian con gracia el trabajo, cada día. Zarandean escobas.
Míralas, cuando rezo se
juntan. Se ven transparentes, elegantes y con luz.
Son recias al cargar el balde,
los trapos y cepillos. Suaves al frotar el vidrio.
Se ven magníficas, al
dejarse trajinar por los brazos, al friccionar los pisos.
Dignas, aguantan el dolor de
la espalda, cuando la tarea es mucha. Lloran.
Mira mis manos como
trabajan, que alegres. El salario, no es tan sensible.
Míralas, que no tiemblen tus
ojos. Ellas se hicieron de sacrificio y esfuerzo.
Son mucho de lo que tengo y
que feliz me hacen.
Bendícelas, que también son
parte de tu alegría.
¡Mira mis manos!
Héctor Daniel Paz
Argentina