Parte I:
Cuando camino por mis
calles desnudas, atravieso el viento con mis manos, miro lejanamente los cielos
y los arboles tornados rascacielos, esta dimensión que cubre mi rostro,
claudica el estatus de demencia. La verdad de este instante en que yo roso el
tiempo, es la de sentir la claridad de los cielos, ver las nubes con una
pereidolia fascinante, oscurecer con mi imaginación todas las palabras cicatrizadas
en las cortezas, fijar con intención el sujeto de nombre existencia y hablar
diluidamente con la serenidad que alberga todo este eclipse de mundos fríos.
Parte II:
Las fauces de esta solemne
soledad abrieron sus caminos para tener un fin de paraíso, esta belleza
irradiaba una fuerte brisa de purpúreos ojos y cielo despejado, el paisaje que
tomé era decadente, tres palomas situadas en el primer escalón que desembocaba
en las faldas de un cerro, este cubierto de árboles con rostros de cuervos y
ramas de espantapájaros, todo lo cubría esta espesa niebla que empezaba a
llegar después de dar mis últimos pasos, perseguía el mismo camino y la negrura
de la tristeza invadía la oscilación de los cuerpos humanos que navegaban estas
islas tranquilas, todo llameaba hasta las banderas ondulaban sus cantos y la
misma primavera se convertía en cruel
invierno, todo paso durante un lapso perdido, entre la mirada seria de dos
espantosos duendes y la alegría de una bruja.
Parte III:
Perseguí el cruel destino
que mis pies marchitaban en este consuelo, la alegría era pasajera, como la de
un ave, termine por dejar mi cuerpo estampado en el aire y dibujar esos enorme
conejos que saltaban entre espirales de la dulce tierra, no dude en pasar más
el tiempo y perseguí de nuevo esa sombra de adusta aureola. No contento llore
un poco para colar esta desesperación, la lluvia no tenía tiempo, ni ruido,
esta alameda tenia largos años, pero permanecía intacto entre este cruel
tormento, la etérea atmósfera de este cuento, acariciaba mi piel adusta y mis
ojos cuervo la tristeza invadían, luchando con mi cavilación mental para
caminar de nuevo y esperar este destino que marchitaba las huellas que dejaba
el pasado.
Parte IV:
El surrealismo de este
camino cubre el amarillo cielo que en secretos la histeria de este tiempo habla
con un afán de desesperado, me urge llegar a las dimensiones desconocidas de un
sujeto que hable de Lovecraft y esos monstruos que bifurcan el cielo del
infierno, pero heme aquí con la tarde merodeando mis pasos y esta sombra que no
quiere partir de su destino. Hay un pozo profundo con aguas santas, ahí nació
de nuevo la lluvia y dio largas raíces entre la purificación de diamantes, con
un toque de simpleza humilde, sorbi el trago mas hondo de esta era y descanse
por fin de este cansado espanto y el sudor se convirtió en gélido viento y caí
en el árbol con espeses en su follaje de tan mórbido anclaje. La lejanía me
sedujo a petrificar mi soledad, pero huí de esta pesadez para llegar a un
pueblo con piedras entre las calles y aves fénix entre sus matorrales.
José Luis Aguilar
México