La vorágine
imparable del tiempo
hace un paréntesis a
tu lado,
como si así lo
hubieses mandado
las horas dejan de
existir.
Las dimensiones se
pierden en el devenir
de emociones que
provoca tu existencia,
amo del universo: tomas los
elementos para enseñorear tu presencia.
Así, en un remolino de pasiones,
me llevas a tu lado
tomando de mí lo que deseas, sin que quiera o pueda evitarlo, existo para
ti.
No hay tiempo, distancia ni mundo
sólo somos tú y yo, reflejando imágenes en nuestros ojos,
perdiéndonos, en nuestras miradas,
sólo existe el amor.
Satisfecho el deseo, me envuelves
en tu aliento y vuelvo a mi nido
con el sabor a flores, que me dejo el néctar del más dulce,
amor, lo
guardo.
Permanecerá así, entre rejas,
oculto a los ojos del mundo,
en el sitio que le asignaron los Dioses del Olvido
renacerá cuando me llames a tu lado,
y comencemos de nuevo el rito del amor.
La vorágine
imparable del tiempo
hace un paréntesis a
tu lado,
como si así lo
hubieses mandado
las horas dejan de
existir.
Las dimensiones se
pierden en el devenir
de emociones que
provoca tu existencia,
amo del universo: tomas los
elementos para enseñorear tu presencia.
Así, en un remolino de pasiones,
me llevas a tu lado
tomando de mí lo que deseas, sin que quiera o pueda evitarlo,
existo para
ti.
No hay tiempo, distancia ni mundo
sólo somos tú y yo, reflejando imágenes en nuestros ojos,
perdiéndonos, en nuestras miradas,
sólo existe el amor.
Satisfecho el deseo, me envuelves
en tu aliento y vuelvo a mi nido
con el sabor a flores, que me dejo el néctar del más dulce, amor, lo
guardo.
Permanecerá así, entre rejas,
oculto a los ojos del mundo,
en el sitio que le asignaron los Dioses del Olvido
renacerá cuando me llames a tu lado,
y comencemos de nuevo… el rito del amor.
Lucila Reyes G.
México