Fernando Bertea.
Villa Ascasubi, Córdoba, Argentina
“¿Verdad
que no hay diferencia sustancial
entre
hablarle a la pared
y sonreírle
a la superficie pulida y desalmada
de un
espejo?”
Me mire a los ojos
En el espejo bidimensional de mi
Y advertí transparentarse -tras las pupilas que me
miraban-
algo más que dos simples ojos.
Y me sentí maravillado y perplejo
de verme replicado
en un tiempo y un espacio del cual
reafirmaba el invaluable privilegio de Ser y Estar
presente.
Me abrace, y no bastaron mis brazos para contener
tanto.
Sonreí, con una plenitud y una entereza que yo mismo
me tenía negado.
Con un brillo que resplandecía y opacaba a cualquier
sol.
Di luz por un instante a la tapera intangible de mis
días
Alumbre al fin la habitación abandonada y pendiente de
mí.
¡Y hoy estoy acá! como siempre, aunque en este hoy,
Rebosante, con la sangre que hierve de alegría, de
orgullo, de vida,
con la mirada
fija en la simulada oscuridad de mis noches.
Atónito estoy, Esperando el ansiado destello de mi
encuentro.
¿Dónde estoy cuando no estoy conmigo? ¿Quién asegura
que soy yo quien espera?
Y quien
garantiza no ser yo quien se emprende en vuelo por las noches
a experimentar
otros cielos, a regar de estrellas el alma, y a escuchar voces eternas hasta
perderme en sueños;
Y de pronto
-así como así- oír el llamado ajeno, reluciente, renovado y fresco.
Y como un sabueso a destellos
acceder al fin, y reconocer
el fino indomable aroma
de mi propio ser.