Alejandra
Inclán
Sólo
la brisa marina agita llena el espacio vacío
donde
alguna vez te observe sentado,
donde
tu cabello se agitaba
mientras
el color de tus ojos se perdía con el del mar;
a
veces grises, a veces verdes, a veces azules.
Nada
será igual,
te
observaba de lejos
y
eras el extraño más triste de mis tardes grises;
tanto
que sólo contemplarte me hacía perder
todo
rastro de mi tristeza, para preguntarme:
¿él
por qué está triste?
El
frío de la temporada,
las
gaviotas extraviadas
y
el golpe de las olas en el muro alto del bulevar,
que
te empapa y tú apenas parpadeas.
7
semanas y ni un día faltabas,
tu
presencia me hacía olvidarme de mis
ideas suicidas,
y
huir de mi la imagen mía siendo comida por esa mar embravecida.
Ya
no estás,
hace
tres días que no sé nada de tu vida.
Nadie
más te vio, nadie de ti se acordó.
Ni
un transeúnte, ni un pescador, ni las parejas habituales.
¿Quién
eras? ¿Por qué te has perdido?
Tres
días me han bastado para saber
lo
importante que te convertiste en mi vida.
Tres
día y por fin me animo a ocupar la banca vacía
y
ser mojada por esa agua salada que se mezcla con mis lágrimas.
Y
el susurro de las olas me envuelve,
llueve
y te me pierdes,
parece
que te olvido y en el silencio que me ha envuelto,
pido
al señor porque bendiga tu presencia que tanto me ha servido.
No
estoy sola, estás a mi lado, ¡oh señor desconocido!,
siento
tu mano cálida en la frialdad de mis dedos
y
sonrío al mar, del cual un beso se ha desprendido.
Ahora
sé quién eras…
mi
amante marino,
dios
triste y compungido,
que
una sonrisa me ha permitido.