Tarde nublada en mi
alma,
un amigo acompaña,
el aroma de los
arboles
y observar el caminar del
anciano.
Me detuve a mirar el
campanario
notas de antaño,
miré al horizonte …
sentí un ave tocar mis
labios.
Giré vertiginosamente
contra el destino
y ahí, ¡Estabas tú!
De pie, como una
estatua romana
blanca y espigada de perlada
piel
tu aura, me atraía a
ti.
Tomaste mí mano en un
saludo gentil
y cayeron hojas que
traía el viento
al sonido angelical de una torre
que
contemplaba…callada.
Tomamos asiento sin
despejar
nuestras miradas hechizadas,
pronunciamos nuestro
nombre
no hubo más…
nuestras almas se
encontraban.
Nuestras lenguas, no
eran las mismas
tú, suave y romántica
yo, quebrada de
emoción
solo quería besarte.
Días bellos, tardes
soleadas,
lámpara guía el camino
desconocido,
a lo lejos la luna
observaba,
tocamos el mar,
la arena y las
estrellas pérdidas.
Hoy solo lloro en mis
soledades
y navego en los
recuerdos tu partida,
yo impávido y sin aliento
no responde el alma
si fuiste real o
fantasma.
Ramón de Jesús Hernández Olivares
País: México
Derechos Reservados
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