Siento los rayos del sol y
el soplo del austro… hieren
mis ojos.
Las primaveras, aves canoras,
cantan el inicio de la estación.
Las ramas donde construyeron sus nidos,
descienden por las hojas del árbol
lágrima cristalizada, álgida.
Las primaveras emprenderán el vuelo
como compañeras,
dejarán el nido con polluelos.
La linfa corre por tu cuerpo,
baña tus
orillas
al penetrarte.
Como río me hundiré,
besaré la arena de alguna playa lejana
donde quedó tu vestimenta.
Llegó
apresurada la tarde desnuda de dolor
para recordar tus brazos que eran lumbre…
dulce abrazo, lenta espera.
Desearía tocar la diferencia de tus senos
como nueces de Seychelles.
El color de tus pezones…
Para que no pronuncies tu queja,
palabra de blasfemia
y convertirme en sonido,
en eco que se repita interminablemente,
que no nos hiera el sol esta primavera
sin marcharnos con el viento.
Isidoro A. Gómez Montenegro.
México
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