Ya no recobraré
las horas que perdidas
rodaron por el polvo
sediento del olvido,
ya nunca volveré
a pintar amaneceres
sobre el lienzo de su cuerpo
con los suspiros míos...
Jamás podré saber
quién canta mis canciones
quién recita mis versos
o recuerda mi nombre,
lo único que sé
es que mi llama arde
que soy agua de mar
que soy ave del monte...
Que se acabó mi tiempo,
y en lontananza veo
al caballo rojo de la tarde
hollando el horizonte de mi cielo;
sola, lazada en mano
las horas que perdidas
rodaron por el polvo
sediento del olvido,
ya nunca volveré
a pintar amaneceres
sobre el lienzo de su cuerpo
con los suspiros míos...
Jamás podré saber
quién canta mis canciones
quién recita mis versos
o recuerda mi nombre,
lo único que sé
es que mi llama arde
que soy agua de mar
que soy ave del monte...
Que se acabó mi tiempo,
y en lontananza veo
al caballo rojo de la tarde
hollando el horizonte de mi cielo;
sola, lazada en mano
y a pie firme
lo espero…
¡Sí... cabalgaré sobre él,
¡Sí... cabalgaré sobre él,
marcharé de prisa,
hacia las negras manecillas
del reloj siniestro!
hacia las negras manecillas
del reloj siniestro!
Zoraida Puentes.
Cuba.
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