Quise escribirle a la luna pensando que ella me
escucharía, mi alma se elevó en un grito de agonía esperando encontrar las
respuestas, y mi cuerpo adolorido se cobijó bajo el manto de sus rayos color
plata.
Quería volar a la eternidad y poder ser una
estrella fugaz, a mi paso cumplir deseos y quedar por siempre en la mente de
alguien que me recordará, que no me olvidará, que pudiera extrañarme y saber
que yo era importante para él.
Mi mente callo y las palabras enmudecieron, mis
ojos se cerraron sin poder ver aquel hermoso firmamento, las estrellas
titilaban pero yo no era una de ellas, había caído ya al mar y sus aguas
enfriado mi corazón con su sal.
Me di cuenta que no había recuerdos ni añoranza,
quizá ningún alma que me necesitará como yo a ella para compartir, solo en el
momento de agonía y de dolor para pedir paz, pero no para ser un complemento de
forma dual.
Cerré los ojos al dolor, a la tristeza, a la
añoranza, a los deseos, a toda esperanza y me dormí deseando no despertar más,
sin embargo la historia no podía terminar así, cada final contiene un inicio,
haciendo que la rueda del destino vuelva a girar en un eterno renacer.
Cierro mi alma encapsulada, llena de miedos, dudas
y heridas, me abrazo bajo el agua que me carga con amor y fe, de nuevo estoy
andando en el líquido amniótico protegido y amado, mi alma se depura en el
útero de mi futura madre mientras las memorias se guardan en lo profundo de las
cicatrices, para dar oportunidad de nuevo a mi ser de crecer, amar, ser amado y
aprender.
Zaradyel
España
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