Vi una pequeña y hermosa oruga en mí
jardín, me atrajo tanto que deseé que se convirtiera en la mariposa más bella
que hubieran contemplado mis ojos. Pasaron los días y yo la seguía observando
cómo se alimentaba de las hojas de mi querida cheflera. Estaba bastante
emocionado, quería ya ver su metamorfosis, intuía que sería en algo formidable.
Todos los días regaba mi planta y le pedía perdón por permitir que esa pequeña
oruga se alimentara de ella. Días después escuché a través de la ventana del jardín unos
débiles bostezos, era ella, acababa de despertar transformada en una hermosa
mariposita. Era un milagro de la creación, era maravillosa, única.
Inmediatamente pensé que el jardín no
sería el lugar más adecuado para que ella estuviera, así que la llevé a un
bosque cercano, ahí tendría ella la libertad y todas las facilidades para
vivir. La deposité encima de una enorme piedra, volteó a verme con una linda e
inexpresiva cara, levantó el vuelo en círculos sobre mí y sin dejar de verme
siguió volando hasta perderse entre las copas de los árboles.
Antonio Francisco Rodríguez Alvarado
México
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