Era uno de esos días difíciles en los que el ajetreo de la semana te
pasaba factura, terminaba el mes y torres de facturas y recibos se dibujaban en
mi escritorio como una ciudad con muchos rascacielos. El café se
enfriaba rápido y ya llevaba varios, quería terminar rápido, me iría en la
noche de campamento y por fin coincidiría con Valentina, desde que la conocí
sentía que debíamos coincidir en más espacios, pero el día a día nos llevaba
por delante a ambos. Ella trabajaba del otro lado de la ciudad, su horario
era más complicado que el mío, sin embargo siempre sacaba tiempo para
distraerse, mientras yo lo hacía muy poco.
Logré recorrer la avenida principal, con suerte no había el acostumbrado
tráfico de un viernes por la tarde, quizás aún era temprano, aunque para mí era
muy tarde, debía llegar aún a casa, darme un baño y salir mochila en
mano. Me detuve en el minimercado y compré algunas cosas que me
faltaban, incluyendo unos chocolates, nunca me iba de campamento sin chocolate,
las noches no eran lo mismo cuando no los llevaba. Llegué a casa, me
duché y emocionado pensando en el encuentro con Valentina, apresuré el paso y
salí de casa dispuesto a pasar un fin de semana espectacular.
Valentina era una mujer hermosa, sus cabellos hacían un contraste
increíble con su blanca piel, su cuerpo atlético mostraba su pasión por el
deporte, su especialidad era el montañismo, la aventura. Había
escalado algunos picos altos al sur del país y también era surfista, para mí
era simplemente perfecta. La última vez que nos vimos fue en una
reunión en casa de Andrés, otro escalador profesional, a quien conocí en uno de
esos encuentros en las alturas montañosas, intercambiando bolsas para recoger
la basura por café. Nos hicimos amigos todos los de ese grupo y
eventualmente convocábamos a reuniones en montañas, siguiendo ciertas señas
dejadas en el camino que sólo los invitados conocerían, eran claves para la
seguridad y privacidad del grupo.
Apresuré el paso, ya había llegado al pie de la montaña indicada y la
noche se hacía cómplice como en cada ascenso. Ubiqué la primera seña
y me dirigí cuesta arriba, bordeando la falda de la montaña por el camino que
guiaba hacia el río. La frescura del ambiente era típica de esta
época y algunas aves aún estaban por allí revoloteando, cazando pequeños
insectos antes de irse a sus nidos. El sonido del río era el relax,
la continuidad de la corriente de a ratos se cortaba por alguna rama o pequeña
cascada, el cielo estaba despejado y ya a lo lejos la luna asomaba su brillo,
como siempre subíamos en noches de luna llena, así no llamábamos la atención
con las linternas.
Mientras atravesaba un puente hecho con lianas y pequeños troncos,
divisé una silueta entre los árboles, era ella, Valentina solía llegar antes
que todos, armar su carpa y salir a ver a quien se encontraba en el
camino.
Como si hubiese escuchado mis pensamientos se detuvo, volteó y sonrió,
levanté mi mano para saludar y me acerqué. Un abrazo fuerte me dio
la bienvenida a esta nueva aventura. Mi pulso se aceleró un poco y
lo disfruté, creo que ella también. Mientras volteaba a ver si venía
alguien más, me tomó de la mano y me dijo: “sígueme, quiero mostrarte algo que
descubrí, no puedo esperar a que lleguen todos, estoy emocionada”. Sin
dudarlo ni un segundo caminé de su mano por un sendero, me hacía seña de
silencio, debía escuchar algo. Como a los cien metros se fue
abriendo el follaje y allí estaba una cascada, a pesar de lo alta que era el
agua pasaba a través de muchas ramas y hojas y terminaba cayendo como llovizna
sobre un pozo que, a pesar que era de noche, podía intuirse era de aguas
cristalinas.
“Quiero darme un chapuzón antes que lleguen todos”, me dijo, esto se ve
muy bueno.”¿Me acompañas?”, preguntó mientras se despojaba de todo y se lanzaba
sin pensarlo mucho. “Ven está templada el agua, deja el morral allí
y no lo pienses más”. Era fácil para ella decirlo, para mí toda una
experiencia el que con aquella confianza se quitase la ropa frente a mí, desde
que la conocí esperaba una oportunidad para conversar con ella, cualquier
excusa hubiese sido buena pero, encontrarla allí llamándome, desnuda y a solas
en plena naturaleza, era toda una de esas causalidades que tu mente y el
destino te juegan alguna vez en la vida.
No lo pensé más y entré al agua sin ropa. El agua no estaba
fría, muy leve corriente indicaba que no había mucha pendiente más abajo o
cuevas submarinas por las que el agua tomase impulso para bajar con más
fuerza.
Valentina nadaba a mi alrededor la luz de la luna llena atravesaba
las ramas y se creaba un ambiente espectacular con rayos azulados, brillantes,
que hacían que ella apareciera y desapareciera frente a mis ojos,
aun así podía imaginarla tan cerca… por fin…
Conversamos, bromeamos de a ratos se subía a mi espalda, me apenaba que
esos roces alborotaban mi piel, no sabía si eso la molestaría, aunque era casi
normal darnos baños nocturnos desnudos en los viajes a espacios naturales, pero
este momento era diferente, definitivamente.
“Cierra tus ojos, no los abras hasta que te diga”, me dijo mientras se
sumergió y sólo se escuchaba el suave rocío cayendo desde las alturas y mi
corazón palpitando fuerte. Sentí un roce con su piel y mi cuerpo
tembló, su cercanía causaba estragos. Moví mis manos de un lado a otro,
buscándola bajo el agua pero ya no estaba cerca. Al incorporarme me
pasó de nuevo por un lado, su mano pasó por mi espalda y giré rápido, logré
tomar su mano, pero se soltó. Con mis ojos cerrados imaginaba mil
cosas. Una vez más sentí su cuerpo rozándome, esta vez
quedándose muy cerca. Salió a tomar aire y al
incorporarse quedó de espaldas a mí, rozándome, despertando todas mis fantasías
en un solo foco, ya era inevitable el desearla.
Me sumergí siguiéndola, buscándola, rozando su cuerpo, abrazándola,
subíamos juntos a tomar aire y nos sumergíamos, no existían las palabras, sólo
agua, aire y dos cuerpos retozando bajo la luna llena.
Nos incorporamos de nuevo, esta vez frente a frente,
la tomé por la cintura y la acerqué un poco más, sin palabras, sólo
miradas, cercanías, roces… Podía sentir su ardor, en el vaivén del
agua nos abrazamos, danzamos en un beso, luego otro, una hoja cayó
en el pozo, mientras un nuevo abrazo, esta vez más fuerte, buscando la posición
nos permitió fundirnos en un beso apasionado. Mis manos
tallaban su cuerpo, recorriéndolo lentamente, grabando en mi mente cada poro,
descubriéndola y encontrándome en su piel. Sus temblores me hablaban
de su deseo, sus labios de nuestra complicidad, un vaivén suave se convertía en
éxtasis y un leve jadeo se dejó escapar de sus labios. Su pecho me
atravesaba, endurecido, punzante, invitando a mi corazón a latir más y más
fuerte. Sentía que me quemaba dentro de ella, su lava ardía y
yo avivaba esa fogata bajo el agua, retábamos al silencio, ahogando
cada gemido entre besos y temblores rebeldes que creaban ondas
continuas.
Sin decir una palabra más, nos dimos un último abrazo antes de salir del
agua, sin idea de cuánto tiempo había pasado. Debíamos llegar al
campamento, quizás ya todos estaban allá. Tomados de la mano
recorrimos el camino de regreso al campamento mientras ella me mostraba las
marcas del camino, esta vez las había hecho ella, para guiar al grupo al sitio
de encuentro. Una loma rodeada de eucaliptos con una zona despejada
para acampar, era el lugar perfecto para resguardarse a la vez que se podía
observar cualquier cosa que subiera por la ladera de la montaña, la luz de la
luna llena permitía ver el suelo con facilidad.
Una fogata nos contaba que ya habían llegado, ella me soltó la
mano y corrió a saludarlos, abrazándolos uno a uno les dio la bienvenida y me
presentó a los que no conocía, el resto me miraba con sonrisa pícara, pero no
hicieron comentario alguno.
Preparamos una deliciosa cena, compartimos un café con brandy, Luis sacó
la guitarra y comenzó la tertulia nocturna. Valentina se
recostó a mi lado, como si fuese mi pareja desde hace mucho, tal vez era así y
ninguno de los dos lo sabíamos… Tomé su mano y la besé, mientras la
primera canción comenzaba a sonar: “imagine all the people
living in peace….♪”.
José Rafael Rivero
Venezuela
@LetrasySentires