Ahí está la dama del universo,
con su vestido negro salpicado de estrellas.
Con sus cabellos lácteos y blanquecinos.
Su rostro pálido nos mira impasible desde
el cielo,
muda necrópolis de deseos truncos.
Su aliento invisible apacigua los mares
O los empuja a azotar la roca.
Moviliza las corrientes marinas,
para que la vida allí florezca
La dama del universo guía los pasos de las
estaciones,
que tomadas de la mano danzan su danza
eterna
en lluvia, hojas, flores y frutos.
Ella nos mira con sus ojos ciegos
como si estuvieran abiertos y suspendidos
eternamente en la agonía cósmica.
Continúa su viaje eterno,
girando y girando alrededor de la tierra.
Observándonos, vigilándonos,
mostrando siempre el mismo rostro,
y el mismo vestido.
La luna es el rostro de la dama del
universo,
un rostro petrificado, estático,
resquebrajado.
Un rostro triste, por el que nunca
resbalará una lágrima.
Ana Ahumada Espinoza
Chile
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