Cuando llegue mi hora de partir y
no pueda
sentir la indolencia de los abrazos.
Cuando no
pueda ver el verde de las planicies
ni oír el
canto de los pájaros.
Madre tierra:
quiero apoyar
mi cara en tu pecho
que cubras
por completo mi cuerpo,
sin ansia
inmune que mi ser consume
y me acunes en tu regazo.
Cuando llegue
mi hora
Antes que el
musgo cubra mi tumba
regálame tu
fresco y húmedo aliento
y el olor del
rocío de la mañana.
Deja que las
flores crezcan cerca de mi cruz
en un lugar
donde vuelen los gorriones
donde el aire
huela a jazmines
aunque mis
ojos no vean la luz.
María Estela Rodríguez
Argentina
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