Era una cálida mañana de Octubre. Me encontraba
recostado sobre un hermoso y verde pasto
húmedo por la lluvia nocturna, mirando a los muelles del puerto de
Veracruz.
El Sol rosaba suavemente
mi piel, y la brisa, casi ruidosa, relajaba mis tímpanos. Podía escuchar los
pasos de la gente madrugadora que caminaba cerca de mí. Mis ojos, ellos no
podía dejar de mirar las hermosas flores suaves que estaban a unos cuantos
saltos. Sus hermosos pétalos rosados con blanco se movían al ritmo de la brisa
marina. Incluso puedo jurar que podía escucharlos danzar.
Nunca había profundizado
en el significado espiritual de las flores, de hecho, no había pensado sobre un
objeto que vemos muy seguido. Pero esta vez, no podía dejar de ver esa maravilla de la creación, con sus suaves
pétalos similares a la tela más fina.
De repente unas ganas inmensas por cortarlas y llevarlas
conmigo se apoderaron de mí, pero eso sería terminar con su vida, por decirlo
de algún modo. ¿La posesión vale más que la admiración? ¿Es tan poderosa que
nos hace matar para tener en nuestro poder la cosa deseada? Esas preguntas me llenaron la mente. Bien
podía admirar las hermosas flores hasta tener que irme y regresar de nuevo a
observarlas, o también cortarlas, tenerlas y ver su hermosura hasta que
empiecen a morir. Podía tomarles una foto y llevar su imagen conmigo, pero no
sería lo mismo, ni la obra de arte más hermosa podría igualar a estás flores.
El dilema y mi ansiedad crecen con cada nueva
pregunta que formulaba en mi consiente. Otra opción sería comprarlas en una
florería, total, yo no sería quien las cortaría. Esa posibilidad fue descartada
al momento de pensarla. Ninguna flor podría igualar a estás.
El sudor comenzaba a
correr por mi frente. Fácil
Podría cortar una, no se
darían cuenta, mi respiración se agitó cada vez más. Solo yo sabría de ese
asesinato y la culpa me comería vivo. Atentar contra tal belleza natural.
Me levanté del pasto, con mi ropa húmeda y por
el sudor, que tal dilema me provocaba.
¡Listo! ¡Decidido! Me
iría de ahí, lejos de las flores y jamás volvería. Sin pensarlo me retiré, sin
mirar atrás, mis pasos eran pensados y mi mirada baja. Un solo vistazo antes de
desaparecer. Con toda decisión me voltee. Las flores estaban ahí, hermosas y
cálidas pero algo no cuadraba. Rápido me di cuenta de alguien no estaba antes
ahí. ¡Un niño! Cortando una flor para su mamá.
Daniel Hurtado
Veracruz, México
No hay comentarios:
Publicar un comentario