En
el fondo de casa, en una cacerola pongo el alimento de mi perra. Ella,
olvidadiza, la deja esperar para comer. Siempre un grupo de palomas, sabedoras
del defecto, se arremolinan a comer y las veo discutir cuestiones del día que,
pareciera, son temas ligados a la relación macho hembra. No quise decir amor,
porque a esa palabra que se la adjudican a los hombres, que no la hallo muy
seguidamente en estos seres, muchísimas veces bestiales. También conversarían
temas ligados al vuelo y algunos chismes de palomar. Mi perra no se hace a
espantarlas para cuidar su alimento. No se si se trata de compartir o
fiaquez.
Probé
poner un cartel: “Señora paloma, sírvase Usted de no hacer uso de el alimento,
gracias.” Créanme que no me dio resultado. ¿Será que no entienden? Más o menos,
según me cuenta una de las tortugas que habitan mi jardín, que si los hombres
que se jactan de vivir en comprensión y sociedad, no atienden lo que ellos
mismo escriben, porque las palomas harían caso, si dice la administración
general de las cosas: el ejemplo viene de arriba hacia abajo y nunca al
revés. Luego, aleccionado por dicha
tortuga, puse la foto de un gato con los dientes a la vista en una boca
amenazante. A ellas parece ser que el color de la gráfica las intimidó pero a
los pocos minutos se juntaron a discutir a quién le correspondía los pedazos
más chiquitos de la comida, a los cardenales o a las palomas más menuditas.
Note que había una que tenía la voz cantante y explicaba con bailes su postura.
Esto me hizo parecer…a… nosotros. Que
pena que las palomas discutan el mismo tema tanto tiempo.
Ellas
toman posición de un espacio y lo discuten a picotazos. Nunca las vi
descuartizarse. ¡No saben nada de la vida!
Quisiera
que mis palomas sean mas humanas y que nos copiaran a nosotros, los más
inteligentes, los de la genética en evolución. Pero que se le va a hacer, ellas
nunca podrán poseer un auto cero kilómetro o un c.d. con la música de algún
cantante de moda o vestir esos trajes con lentejuelas y brillos. Que pena me
dieron las palomas.
Las
veo, por las mañanas, girar en círculos y salir todas para el mismo árbol que
les da querer, calidez y que a lo mejor les habla de cosas que vio durante la
noche. Juegan saltando en rama o yendo a algún techo. Luego se acercan a mi
casa y espían la cazuela, bajan despacito, de una en una. Lucidas y temerosas.
Pasaron
los días y me quedé reflexionando sobre mí ser, ¿Cuándo me siento más libre?
¿Cuándo poseo bienes y amigos, o cuando viajo sin auto-presiones y responsabilidades? Que duda se me presentó
mientras me bañaba en la pileta pelopincho con filtro made in china. Desde ese
momento comencé a mirar a las palomas con cierto respeto. Y cómo dijo el
cantante: “No se Tú”
Héctor Daniel Paz
Enero del
2013
Muy bueno Daniel, yo también les tengo respeto tras ver cómo actúa el hombre.
ResponderEliminarHermoso, suelo observalarlas también, aunque reniego con ellas igual que con los hombres.
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