Octavio Ponzanelli
Hoy la planta
baja de mi casa está como zona de desastre, al bajar la escalera, faltó poco
para que llamara a un teléfono de emergencia solicitando ayuda para encontrar a
mi familia en medio de los escombros.
No era nada, solo
mi mujer que había sacado de los armarios las cosas que se van guardando y
después de unos años notas que no serán usadas nunca, entonces, decides
tirarlas. Solo así tendrás lugar para guardar otras cosas inútiles.
Entre las cosas
increíbles, había pedazos de floreros, calcetines sin pareja, en fin, desde un
buda de porcelana china (regalo de nuestra boda en 1992) que perdió la cabeza
un día que me decidí a sacudir el librero, hasta una caja con no se cuantas
invitaciones que hemos recibido a lo largo de estos años para bautizos, bodas,
XV años, etc.
En fin, es bueno
depurar el espacio, las cucarachas estarán molestas, pero ahora hay lugar para
guardar objetos que representan algo para nosotros y que seguramente serán
estorbos en unos años.
Lo mismo decidí
hacer con mi persona, depurar mi alma, mi corazón, mis cariños y mis rencores.
Mi conciencia
está también llena de cosas que no necesita.
Como ese coraje
que le tenia a mi padre que me alejó de el por casi una década, recuerdo bien
el motivo y sigo pensando que fue su culpa, sin admitirlo, me ha demostrado con
sus acciones que pretende hacerme olvidar ese capitulo en nuestra relación y
darnos otra oportunidad de ser padre y de ser hijo. Venga viejo, también yo te
amo.
Y ¿Que hago con
ese comentario que hizo mi mujer hace algunas semanas? Ese que tengo guardadito
para usarlo en mi defensa cuando se presente una discusión. Me cuesta tirarlo,
es algo así como mi arma secreta. Hay cosas que son difíciles de desechar, pero
siendo objetivos, solo esta ocupando un lugar que podría ser habitado por uno
de los muchos comentarios cariñosos que he recibido de ella.
También tengo
algún rencorcillo en contra de mi madre, mil permisos negados en mi infancia
para asistir a campamentos, excursiones, fiestas y reuniones argumentando que
yo era un niño atrabancado, ni siquiera tengo claro que significa esa palabra,
solo se que por ser de ese modo, perdí la mayoría de las oportunidades que tuve
para convivir con mis hermanos, primos y amigos. Ahora que tengo hijos, no se
si son atrabancados, pero emulando a mi madre, les he negado algunos permisos
para asistir a lugares donde, según mi opinión, estarían en peligro por su
intrépida forma de ser. En este punto, le doy la razón a ella, los hijos
atrabancados no van a lugares peligrosos.
Hablemos de mis
hermanos y hermanas, el destino de cada uno nos ha separado geográficamente,
hoy no puedo recordar cuando fue la ultima ocasión que estuvimos todos juntos,
hace años que no recibo una llamada en mi cumpleaños y siendo equitativo con su
proceder, tampoco les telefoneo cuando ellos celebran el suyo. Parafraseando a
mi abuela materna: “si uno es mula necia, el otro puede ser una mula peor”.
Bien, dejaré de ser la peor mula.
Mis amigos…
también les tengo su guardadito, también voy a tirarlo a la basura, por cada
recuerdo negativo que tengo de ellos, puedo contar sesenta ocasiones que han
estado a mi lado para darme su apoyo, nunca han faltado en momentos difíciles,
entonces… ¿Como soy capaz de recordar insignificancias que solo consiguen
alejarlos de mi?
Que bien me
siento, de nuevo tengo mucho espacio para guardar buenos recuerdos, para
almacenar nuevas experiencias y para ocuparlo con cosas positivas.
En algunos años,
habrá otra limpieza de armarios en mi hogar, entonces podré revisar que es lo
que he guardado en mi conciencia después de la depuración de rencores que hoy
he hecho en ella.
No hay comentarios:
Publicar un comentario