Para morir…
Por. Isidoro A. Gómez Montenegro.
México
Para morir…
basta algo de brisa
que cale hasta los huesos.
Apagar la luz para morir apenas.
Para morir…
se necesita cerrar los labios
antes de decir amor.
Sangre obligada
brota de la boca;
espera tengan color las palabras,
encontrar la moneda perdida.
En el anaquel,
el libro susurra algo;
el plato en la mesa
con restos de condumio.
cubiertos; pueden volver a ser mineral.
Para morir…
Pocas palabras lo expresan.
Desde el balcón de un edificio antiguo
hoy ya no queda ninguno,
se escucha la luz de las estrellas
la noche; tienta a los suicidas.
Pájaros nocturnos redondean sus nidos,
sacuden sus plumas.
Para morir…
no sé si tenga
que salir de la asunción del mar
donde quedaron mis huesos;
emergen de arrecifes de coral rojo.
Me animaré a caminar entre
ciegos; no ven mas allá de su nariz
los indolentes pedigüeños.
Para morir…
solo necesito
del claro silencio.
basta algo de brisa
que cale hasta los huesos.
Apagar la luz para morir apenas.
Para morir…
se necesita cerrar los labios
antes de decir amor.
Sangre obligada
brota de la boca;
espera tengan color las palabras,
encontrar la moneda perdida.
En el anaquel,
el libro susurra algo;
el plato en la mesa
con restos de condumio.
cubiertos; pueden volver a ser mineral.
Para morir…
Pocas palabras lo expresan.
Desde el balcón de un edificio antiguo
hoy ya no queda ninguno,
se escucha la luz de las estrellas
la noche; tienta a los suicidas.
Pájaros nocturnos redondean sus nidos,
sacuden sus plumas.
Para morir…
no sé si tenga
que salir de la asunción del mar
donde quedaron mis huesos;
emergen de arrecifes de coral rojo.
Me animaré a caminar entre
ciegos; no ven mas allá de su nariz
los indolentes pedigüeños.
Para morir…
solo necesito
del claro silencio.
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