María
Luz Olivares Aldana
Veracruz,
México
Era diciembre,
las pocas tiendas y cooperativas lucían su mejor iluminación, los compradores
con bultos en las manos y casi tropezándose en las escaleras bajaban contentos,
la navidad había llegado.
En la casa de
René los niños, hermanos y primos jugaban en el jardín, un columpio era el
centro de sus juegos que, entre risas, jalones de trenzas y empujones todos
esperaban el turno para mecerse en él.
La casita era
modesta, limpia y ordenada con un piso de madera que rechinaba al caminar. No
había árbol de navidad, ni preparativos de cena conmemorativa, el pavo ni sus
luces, sólo un mole con romeritos, pero sí ricos buñuelos, torrejas bañados con
miel y un ponche de frutas del huerto con guayabas, naranjas y canela, todo un
deleite al paladar.
Ellos no conocían
al viejo canoso bigotón y barbudo vestido de rojo que otros niños tal vez
esperaban su llegada.
Ellos esperaban a
Melchor, Gaspar y Baltazar los 3 reyes magos.
Las ilusiones
rayaban en locura pues sus sueños eran cantar la posada, romper la piñata con
cacahuates, bastoncitos de caña y dulces de colación. No faltaban las velitas y
las luces de bengala, Y cantarle arrullos al niño del nacimiento que la tía
Gelo entonaba orgullosa de su dulce voz acompañándolos a pedir la posadita.
Después ya
cansados de correr y jugar merendaron los sabrosos manjares que la abuelita
Chayo y la Mamá Nena habían preparado. zumbador.
Entre mordiscos y
sorbetes platicaban lo que en sus cartitas escribirían a los Reyes Magos. Que
unos patines, un juego de matatena, bolsas de canicas, libros de cuentos,
juegos de té, y muñecas de sololoy, y tal vez un balero y un trompo zumbador.
Todos primos y
hermanos habían colaborado en hacer el nacimiento con piedritas pintadas con
blanco para los caminitos de aserrín y con betún negro de los zapatos del papá
para las grutas y montes con paxtle y no faltando el pedazo de espejo para el
lago y los patos, los palitos de paleta para los corrales, los borreguitos y
los pastores el pesebre en su heno y un buey y lo más hermoso la virgen María y
San José. Y en un camino lejano venían un elefante, un camello y un caballo y
donde luego Melchor, Gaspar y Baltazar los 3 reyes magos que llegarían con
regalos al niño del pesebre. Con oro, Mirra e incienso.
El más pequeño de
los niños preguntaba porque país o por dónde vendrían caminando y la hermanita
mayor le señalaba el cielo y le decía: ¡MIRA! ¡MIRA! Allá están en esas tres
estrellas que se ven juntitas y brillando intensamente. Por eso se sentaban en
los escalones a contemplar el firmamento.
Con la ilusión de
ver más cerca las tres estrellas, pues tendrían que llegar la noche del 5 de
enero por la noche y pudieran leer sus cartitas y dejarles regalos por ser
niños buenos.
Y el tiempo pasó...
Hoy ya crecieron
y por siempre guardan en su corazón la ilusión de su infancia. Y buscan en el
Cinturón de Orión para así ver las tres estrellas brillando en el firmamento. Y
también buscan la estrella fugaz que anunció el nacimiento amoroso del niño
Dios en el mundo de los hombres y donde en una noche Paz nació.
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