UN
DÍA DE DICIEMBRE
Esta mañana de diciembre
fuimos a comprar las esferas y adornos para el árbol de navidad, yo Isaac y mi
madre Alejandra nos adentramos en el mercado de la avenida principal, había ya
muchas luces multicolores, esferas de cristal y las clásicas figuras que se
pone en el nacimiento al pie del árbol.
Todo era alegría, se escuchaban los villancicos. Me recordaban a los que
se cantan cuando se va a pedir posada.
Era el día 16 de diciembre,
día de la primera posada, por la noche nos alistamos, Pepe, Enia, Enid, Eunice,
Pánfilo, Gustavo, y Roberto. Preparamos el pesebre, adornando una caja de
huevo, cada quien tomó su vela y nos dirigimos al inicio de la calle y
empezamos a tocar la puerta en cada una de las casas, cantamos villancicos y a
cambio recibíamos algunas monedas, que al final de las posadas preparáramos una
y festejáramos el nacimiento del niño Dios.
Así entre cantos, y posadas a
los que nos invitaban celebramos la época decembrina, al final de toda esa
aventura, platicaba en casa con Pánfilo y Gustavo y recordábamos las anécdotas
de uno que otro gruñón de la calle que no abría la puerta para escuchar
nuestros canticos, todo era risa, éramos unos niños de escasos seis o siete
años, al final mamá Alejandra nos decía que ya debíamos dormir, por las clases
en la escuela al día siguiente por la mañana.
Esa noche en mi habitación
observaba el cielo y miraba la constelación de Orión y recordaba que las
estrellas que conforman su cinturón se dice que son los tres reyes magos que
vienen a ver al niño Dios en su nacimiento. Muy hermoso mirar el firmamento en
tonos azul violeta y nubes perladas.
Al día siguiente Roberto se
levantó temprano para irnos a la escuela, vimos algunas cajas de esferas junto
al árbol de navidad, que estaba adornada con esferas multicolores y luces
bellas, y al pie de mismo, el nacimiento con las figuras emblemáticas de la
virgen María, San José, el Arcángel, y los animalitos, del buey y la mula. sin embargo, las colgaríamos por la tarde, no
podíamos entretenernos más, mamá preparo las mochilas y nos encaminó a la
escuela, Gustavo y Pánfilo iban mas adelante. Durante las clases lo único que
pensaba era cantar villancicos por la noche con mis primas. Algo que hicimos
durante los días siguientes hasta que llegó el día veinticuatro.
Por la tarde noche del día
veinticuatro, vi que mi padre estaba emocionado, lo noté porque puso una mesa y
sillas en la parte del Zaguán de la casa y colocó refrescos en una hielera,
pensé que habría fiesta o una reunión de adultos. Estuvimos jugando ahí un buen
rato, Pepe trajo el juego de la lotería y Enid el juego de Serpientes y
Escaleras, la pasamos muy bien. Roberto y Eunice como eran los más chicos
jugaban a otra cosa
Pasó el tiempo la noche estaba
tranquila, admirábamos las estrellas y comíamos galletas de “animalitos” que
nos había dado mi madre y se escucharon algunos compases de guitarra al inicio
de la calle, se trataba del tío Víctor y sus compadres que venían cantando, era
un tipo alto y no cantaba tan mal, risa me daba ver sus pantalones, porque de
ahí podrán sacar unos siete u ocho míos. Que “alharaca” teníamos los chicos
nada mas de verles. estábamos impresionados de ver que mas allá de la cuadra,
bajando el cerro del “Abuelo”, otras personas venían haciendo lo mismo, entre música
y cantos. Lo que mas nos ha llamado la atención es que portaban unos muñecos
hechos de cartón y papel de china roja, verde, amarilla, azul y naranja,
vistosos, eran figuras enormes de distintas formas. El tío y sus amigos traían
un Dragón multicolor que de su interior salía luz de velas que se prendían para
dar la apariencia de las llamas que el dragón sacaría de su hocico, algunas
personas con faroles de cartón y otras
quemando luces de bengala. Yo estaba emocionado y me subí a la barda de fierro
que tenía el frente de la casa. No quería perderme detalle alguno.
Como el tío Víctor sabía tocar
el Violín de Chaca se lucía en esta festividad, platica mi madre que es una
tradición antigua de la ciudad esta festividad en dos días, Navidad y Año
Nuevo. Esos días era fiesta para los adultos que recibían a su familia o amigos
que llegaban a su casa celebrando esas fiestas tradicionales. Por lo que mis
padres y mis tíos Luis y Javier se divertían a lo grande. Y así otros pasaron a
cantar al zaguán y se les ofrecía refrescos de la hielera, risas, platicas y
bromas entre los adultos, sin embargo, los más chicos, emocionados con las
figuras enormes que se movían sin parar, para alegría de todos.
Después de un rato se fueron
los caminantes con sus grandes figuras, porque les esperaba el camino largo y
las visitas a las demás familias que esperaban con regocijo la festividad.
Entonces vino la calma, los adultos seguían en el zaguán y entonces me dirigí a
la habitación para dormir, estuve emocionado porque al otro día seguramente
varios chicos de la escuela platicaríamos de toda esta festividad.