Una aurora para Isabel
Alicia
Flores
México
Escribí para mi nieta Arely Isabel
En
el quinto invierno del Siglo XXI nació una niña cuyo pelo abundante y espeso de
tonos del ala de cuervo enmarcaba una piel similar a los botones de rosa y unos
iris color topacio; pero ese rostro de pómulos salientes y ojitos tan oblicuos
que al sonreír casi desaparecían tras las mejillas suscitaba comentarios
admirativos por la singularidad de ese contraste.
Su
mamá -llamada Rosalba- antes de su llegada había dispuesto ponerle nombre de
reina española: Isabel; pero al ver tan exótica combinación empezó a buscar
otro complementario más acorde con su aspecto: hay que decir que como buena
mamá moderna no tomó tal cuestión a la ligera, sino que adquirió un libro para
prepararse bien.
Mientras
la bebé sucesivamente aumentaba de peso, la seguía con la mirada y sostenía la
cabeza, Rosalba repasaba nombres orientales para saber su significado: primero
consideró Arisu -variante japonés de Alicia que significa “dulce alegría”-
después Tamiko (abundancia), Yuri (Lirio) y Nyoko (Gema); inmersa en Asia, de
China le gustaron Xiang que significa “Fragancia” y Thi-Lan “Orquídea poética”
…
Inició
Arabia mientras la nena sonreía y empezaba a gorgorear al verla: se enteró que
Yamina significa “Amor” y Zaira “Luminosa”, de ahí - no perdiendo de vista sus
rasgos eslavos- ascendió a Rusia y con la gordita balbuceando “Má” en su regazo
supo que Tamara es “Palmera”, Tania “Defensora”, Nadia “Esperanza” y Natasha
“Nacimiento”; cuando la niña empezó a gatear, con el mismo espíritu de
infatigable exploradora pasó a Oceanía para considerar los polinesios como
Maeva (Bienvenida) y Apikalia (Alegría de sus padres). Tan pronto anotaba el
que parecía más hermoso o significativo aparecía otro que sonaba más eufónico y
los días se le pasaban atendiendo a la nena y las noches bogando en su travesía
nominal.
Isabel
tenía en su cuarto una lámpara que desparramaba en cielo raso y paredes los
colores del arco iris de su pantalla, la nena estiraba sus manos queriendo
atraparlos, lo mismo hacía con un móvil con ese tema suspendido arriba de la
cuna, más tarde gorjeaba y señalaba los distintivos colores en cualquier lugar
que los avistara, ya fuera grabado, en imagen o estampado; su juguete favorito
era un unicornio de trapo que en lomo y crines exhibía un arco iris fosforescente
y no lo soltaba ni cuando empezó a dar sus primeros pasos.
El
tiempo siguió pasando y Rosalba consideró Iris, pero junto a Isabel no le hacía
¡tilín, tilín! cual dos notas en una campanita de plata.
El
día de su primer cumpleaños sus abuelos le regalaron un abriguito color violeta
con capucha orlada de piel, su mami se lo puso y así se la llevó al Super
mercado; en la fila de la caja un señor de aspecto bonachón y barba canosa la
miró y quitándose los lentes para verla mejor se inclinó para cosquillearle la
barbilla mientras decía:
-
¡Hola preciosa!, pareces una diosa esquimal.
Naturalmente
Rosalba le preguntó el nombre de tal deidad y él –que resultó ser un estudioso
de las mitologías– le contestó:
-
Hay varios: en las leyendas esquimales Sedna es la diosa del mar y provee de
focas y peces para comer, pero a veces la diosa de las nieves Yokul la cubre
con una coraza muy dura y no los deja salir, Sedna no tiene dedos para peinarse
y el pelo se le enreda mucho, entonces envía a Timersitt diosa de los vientos a
través de Kelia el cielo para avisarle al dios Sequinet el sol que la acaricie
y le desenrede los cabellos, así un angakoq o chamán esquimal sabe que el
momento propicio para pescar, cazar y hacer sus iglús es cuando se enciende en
el cielo la aurora boreal….
Rosalba
lo interrumpió plena de expectación:
-
Espere: ¿la aurora boreal es el arco iris?
-
No hay arco iris en el Ártico porque no llueve, sino que nieva, pero cuando
Timersitt vuela hacia el sol muestra los colores del iris en Arely: Aurora Boreal….
Así
fue cómo Isabel adquirió una aurora.
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