Miro mi piel dorada,
quemada al sol,
con ese tono cálido
que Dios me dio.
Y me gusta mi color,
de él me siento orgullosa
pues, puedo ser una diosa
de chocolate y ron.
Me encanta bailar el son
Pues tiene mi color; ese sabor
tan rítmico y sabroso
que dios le dio.
Y me veo al espejo
y me siento igual
pues abajo del pellejo
tengo sangre real.
Es un gran error,
el no aceptar las
diferencias
y en tontas
preferencias
creer que ser blanco es mejor.
Y te cuento mi desazón
y mi sentir te transmito;
pues te digo y te repito,
afea, lo que sale del corazón.
Lucila Reyes González
México
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