Aquí, sola en mi habitación,
puedo recrear
las humedades del
verano
o el desierto del
invierno
en San Andrés.
Vuelven los colores de la lluvia,
el aroma del pan recién hecho,
el perfume de las
flores
en el monte.
Veo el vuelo de los
pájaros
cuando se regresan al
norte
como por mayo.
Me salpica el agua de
la poza
que en torrente cae
cuando vamos a nadar
los domingos
temprano.
Regresa de repente
el mundo que ya no
está,
que quién sabe si aún
es.
Llevo mis recuerdos
guardados
en la cajita mágica
de mi memoria.
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