América
Guerrero González.
México
El
día de la natividad, en tierra baja, cerca del río Coatzacoalcos, entra la
sombra del maligno al hogar de Otilia.
Ella
es pescadora, tiene siembra de alevines, siempre ha vivido a la margen del río,
lo conoce, nada en él.
Con
sed de mieles escarmena su pelo frente al espejo, sonríe a la vida, baja al río
a tender las redes de pesca, piensa en su compañero, mañana estará crudo, se
prepara para tenerle un caldo de pescado a su gusto, picoso, para sacar la
resaca.
Encalla
“La nao de Mina”, es el nombre del cayuco, recoge el remo y regresa a casa.
Prepara la cena de esa noche, ve por la ventana venir a su hombre, regresa al
espejo, vive con la zozobra de la edad, ella es mayor que él, de lejos lo ve
fuerte, viril.
Siente
a su espalda penetrar la sombra negra, la sombra malévola, se le erizan los
vellos del cuerpo, el remo lo puso tras
la puerta.
Joel
viene de Mina visitó los tugurios del Playón, a últimas fechas están plagados
de prostitutas, ya no puede uno pararse por esos lugares por temor a ser
confundida y empiecen a faltarle al respeto, no distinguen los hombres a las
mujeres decentes, madres de familia, en esos lupanares sólo corre cerveza,
drogas y perversión.
A
él le gusta visitar el mogote de Magüe, mujer salvadoreña, lo atiende, le
ha envenenando el alma con chismes de su
mujer, él ha dejado que le truene el chicharrón al oído, le sobe el pelo, decía
la abuela Agustina de Montenegro a su nieto: ¡No dejes que te soben la cabeza
las mujeres!, así los amansan.
Por
fin llega a la puerta, Otilia corre a abrazarlo, siente el fuerte olor a
cerveza _ ¡déjame! le dice y la retira de un manotazo.
Los
ojos inyectados de lumbre, el vaho que despide podría incendiar la casa, el
alcohol lo tiene fuera de sí.
_
¡Ya me dijeron que cuando vas a recoger la pesca te ves con un fulano, no se te
quita lo p... , entre más vieja más p… , no sé por qué vivo contigo, ya estoy
cansado de verte, por qué no te largas al infierno maldita mujer!
Sorpresivamente toma el remo que descansa tras la puerta, se lanza contra
Otilia y le asesta un golpe fuerte entre quijada y oreja, allá fue a dar el
cuerpo con mirada de tanto espanto, así quedó.
Al
ver lo sucedido, hasta el pedo se le bajó,
parecía trompo chillador, dando vueltas y vueltas alrededor de Otilia,
sin saber qué hacer, en un arranque de desesperación la levanta y la esconde en el ropero.
Sale
de la casa dando gritos de auxilio a los vecinos.
_
¡Ayúdenme, ayúdenme, ayúdenme a busca a Otilia! se cayó al río, iba borracha, no
la encuentro.
Los
vecinos asombrados salieron a buscarla, entre ellos la madre de Otilia, nada,
no la encuentran, cansados regresan y le dicen a Joel que al amanecer
reiniciarán la búsqueda, hace frío, es navidad y todos quieren estar con su
familia.
Antes
del amanecer, cuando el sueño vence a los vecinos, carga el cuerpo de Otilia,
lo atraviesa en el cabello, sale rumbo a Mina, lo deja en el río, cerca de una
cantina, a orillas de Capoacan, regresa a esperar a los vecinos, vuelven a
buscarla.
Clareciendo
encuentran a Otilia, recién había fallecido, tenía las uñas y los dedos hechos
girones, trató de salir, en la orilla la fuerza le faltó, ¡llegó el fin! No
murió del golpe, tal vez, lo frío del agua la hizo reaccionar, no pudo librar
la sombra siniestra que la perseguía.
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