Alejandra
Inclán
A veces puede ser casual el encuentro.
Otras, lo planeo. Aunque ellos no tengan ni idea.
No les ofrezco tregua y los tomo entre mis
manos. Eso es lo fascinante contigo y
con los otros. De inicio tomo el rol dominante y no tienes nada que hacer ante
ello.
Comienzo explorándoles. Los huelo sin
pudor alguno. No importa si tenemos o no intimidad alrededor. Si nos ven no me
importa. Tal vez hasta se les antoje, al fin y al cabo, tienen bastante
material para imitarme.
Mis manos acarician el exterior, pero no
siempre es la fachada la que me excita, sino lo que hay dentro. Aunque puede
que esta si luzca atrayente, mientras otros se ven secos e insípidos, sin
viveza aparente. ¡Y oh sorpresa!, cuando mis manos se aventuran más allá y me
encuentro con su textura, con su grosor, o su delgadez. He aprendido que eso no
me importe mucho, ya que muchas veces, con tan poco pueden darme todo el placer
que necesito.
Algunos tienen tanto y llegan a ser un una
tortura. Lo que ofrecen apaga la pasión y continuar con ellos se vuelve un
dolor que opto por cortar por lo sano, o en ocasiones les doy la oportunidad de
que al menos al final me hagan vibrar. La mayoría no lo consiguen. Un inicio
mal, raramente tiene un buen final.
Pero ya no hablaré de ellos. Mejor me
concentro en ti, en lo que sienten mis dedos en estos momentos. Estas muy
viejo, y aún con ello sé que te deseo. Siento tu interior rugoso y lleno de
experiencias, de otras manos que antaño te acariciaron, que no supieron amarte
lo suficiente para conservarte.
Necesitas de mis cuidados para aguantarme
el paso. Para que me puedas entregar todo aquello que tienes por dar.
Sonríes. Sé que sonríes. Mientras te
recorro con los ojos cerrados. De pronto los abro y encuentro la firma de otra
persona en ti. Quiero reír y me aguanto. Me gusta esa especie de tatuaje que
acepto, pues lo que puede ser una molestia para alguien más, para mí es parte
de tu personalidad. Sí, solo por ello vales más.
Alguien nos observa, como cuestionando mi
atrevido comportamiento. Te abrazo y te dejas querer. Te despego de mí y me
adentro a ti. Sé que tendré contigo una culminación
de pasión, placer, satisfacción, de aprendizaje, de conocimiento, de amor… Aunque estés viejo lo tienes todo
para esta exigente mujer.
Te vuelvo a tocar. Miro tu insípida faz.
Te huelo. Acaricio tu textura. Te exploro. Siento tu grosor delgado. Y vuelvo
impúdicamente a mirar lo que llevas dentro.
Ha llegado el momento. No importa que seas
añejo, porque todo en ti es potencia. Me engancho a tu locura contenida y me
entrego a ti. Dejo de ser dominante y me vuelvo pasiva ante todo lo que me
darás.
Voy a comprarte. No importa que estés
usado. Contigo muchas ansias he encontrado. Estoy en la locura por ti, soy una
loca, y tú, mi loco libro usado.
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