domingo, 28 de octubre de 2018

BAJO LA LUNA LLENA

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Era uno de esos días difíciles en los que el ajetreo de la semana te pasaba factura, terminaba el mes y torres de facturas y recibos se dibujaban en mi escritorio como una ciudad con muchos rascacielos.  El café se enfriaba rápido y ya llevaba varios, quería terminar rápido, me iría en la noche de campamento y por fin coincidiría con Valentina, desde que la conocí sentía que debíamos coincidir en más espacios, pero el día a día nos llevaba por delante a ambos.  Ella trabajaba del otro lado de la ciudad, su horario era más complicado que el mío, sin embargo siempre sacaba tiempo para distraerse, mientras yo lo hacía muy poco. 
Logré recorrer la avenida principal, con suerte no había el acostumbrado tráfico de un viernes por la tarde, quizás aún era temprano, aunque para mí era muy tarde, debía llegar aún a casa, darme un baño y salir mochila en mano.  Me detuve en el minimercado y compré algunas cosas que me faltaban, incluyendo unos chocolates, nunca me iba de campamento sin chocolate, las noches no eran lo mismo cuando no los llevaba.  Llegué a casa, me duché y emocionado pensando en el encuentro con Valentina, apresuré el paso y salí de casa dispuesto a pasar un fin de semana espectacular. 
Valentina era una mujer hermosa, sus cabellos hacían un contraste increíble con su blanca piel, su cuerpo atlético mostraba su pasión por el deporte, su especialidad era el montañismo, la aventura.  Había escalado algunos picos altos al sur del país y también era surfista, para mí era simplemente perfecta.  La última vez que nos vimos fue en una reunión en casa de Andrés, otro escalador profesional, a quien conocí en uno de esos encuentros en las alturas montañosas, intercambiando bolsas para recoger la basura por café.  Nos hicimos amigos todos los de ese grupo y eventualmente convocábamos a reuniones en montañas, siguiendo ciertas señas dejadas en el camino que sólo los invitados conocerían, eran claves para la seguridad y privacidad del grupo. 

Apresuré el paso, ya había llegado al pie de la montaña indicada y la noche se hacía cómplice como en cada ascenso.  Ubiqué la primera seña y me dirigí cuesta arriba, bordeando la falda de la montaña por el camino que guiaba hacia el río.  La frescura del ambiente era típica de esta época y algunas aves aún estaban por allí revoloteando, cazando pequeños insectos antes de irse a sus nidos.  El sonido del río era el relax, la continuidad de la corriente de a ratos se cortaba por alguna rama o pequeña cascada, el cielo estaba despejado y ya a lo lejos la luna asomaba su brillo, como siempre subíamos en noches de luna llena, así no llamábamos la atención con las linternas. 
Mientras atravesaba un puente hecho con lianas y pequeños troncos, divisé una silueta entre los árboles, era ella, Valentina solía llegar antes que todos, armar su carpa y salir a ver a quien se encontraba en el camino.   
Como si hubiese escuchado mis pensamientos se detuvo, volteó y sonrió, levanté mi mano para saludar y me acerqué.  Un abrazo fuerte me dio la bienvenida a esta nueva aventura.  Mi pulso se aceleró un poco y lo disfruté, creo que ella también.  Mientras volteaba a ver si venía alguien más, me tomó de la mano y me dijo: “sígueme, quiero mostrarte algo que descubrí, no puedo esperar a que lleguen todos, estoy emocionada”.   Sin dudarlo ni un segundo caminé de su mano por un sendero, me hacía seña de silencio, debía escuchar algo.   Como a los cien metros se fue abriendo el follaje y allí estaba una cascada, a pesar de lo alta que era el agua pasaba a través de muchas ramas y hojas y terminaba cayendo como llovizna sobre un pozo que, a pesar que era de noche, podía intuirse era de aguas cristalinas.
 “Quiero darme un chapuzón antes que lleguen todos”, me dijo, esto se ve muy bueno.”¿Me acompañas?”, preguntó mientras se despojaba de todo y se lanzaba sin pensarlo mucho.  “Ven está templada el agua, deja el morral allí y no lo pienses más”.  Era fácil para ella decirlo, para mí toda una experiencia el que con aquella confianza se quitase la ropa frente a mí, desde que la conocí esperaba una oportunidad para conversar con ella, cualquier excusa hubiese sido buena pero, encontrarla allí llamándome, desnuda y a solas en plena naturaleza, era toda una de esas causalidades que tu mente y el destino te juegan alguna vez en la vida. 
 No lo pensé más y entré al agua sin ropa.  El agua no estaba fría, muy leve corriente indicaba que no había mucha pendiente más abajo o cuevas submarinas por las que el agua tomase impulso para bajar con más fuerza. 
 Valentina nadaba a mi alrededor la luz de la luna llena atravesaba las ramas y se creaba un ambiente espectacular con rayos azulados, brillantes, que hacían que ella  apareciera y desapareciera frente a mis ojos, aun así podía imaginarla tan cerca… por fin…
Conversamos, bromeamos de a ratos se subía a mi espalda, me apenaba que esos roces alborotaban mi piel, no sabía si eso la molestaría, aunque era casi normal darnos baños nocturnos desnudos en los viajes a espacios naturales, pero este momento era diferente, definitivamente.  
 “Cierra tus ojos, no los abras hasta que te diga”, me dijo mientras se sumergió y sólo se escuchaba el suave rocío cayendo desde las alturas y mi corazón palpitando fuerte.  Sentí un roce con su piel y mi cuerpo tembló, su cercanía causaba estragos.  Moví mis manos de un lado a otro, buscándola bajo el agua pero ya no estaba cerca.  Al incorporarme me pasó de nuevo por un lado, su mano pasó por mi espalda y giré rápido, logré tomar su mano, pero se soltó.  Con mis ojos cerrados imaginaba mil cosas.  Una vez más sentí su cuerpo rozándome, esta vez quedándose  muy cerca.  Salió a tomar aire y al incorporarse quedó de espaldas a mí, rozándome, despertando todas mis fantasías en un solo foco, ya era inevitable el desearla.
 Me sumergí siguiéndola, buscándola, rozando su cuerpo, abrazándola, subíamos juntos a tomar aire y nos sumergíamos, no existían las palabras, sólo agua, aire y dos cuerpos retozando bajo la luna llena. 
Nos incorporamos de nuevo, esta vez frente a frente, la  tomé por la cintura y la acerqué un poco más, sin palabras, sólo miradas, cercanías, roces…  Podía sentir su ardor, en el vaivén del agua nos abrazamos, danzamos en  un beso, luego otro, una hoja cayó en el pozo, mientras un nuevo abrazo, esta vez más fuerte, buscando la posición nos permitió fundirnos en un beso apasionado.   Mis manos tallaban su cuerpo, recorriéndolo lentamente, grabando en mi mente cada poro, descubriéndola y encontrándome en su piel.  Sus temblores me hablaban de su deseo, sus labios de nuestra complicidad, un vaivén suave se convertía en éxtasis y un leve jadeo se dejó escapar de sus labios.  Su pecho me atravesaba, endurecido, punzante, invitando a mi corazón a latir más y más fuerte.  Sentía que me quemaba dentro de ella, su lava ardía y yo  avivaba esa fogata bajo el agua, retábamos al silencio, ahogando cada gemido entre besos y  temblores rebeldes que creaban ondas continuas. 
Sin decir una palabra más, nos dimos un último abrazo antes de salir del agua, sin idea de cuánto tiempo había pasado.  Debíamos llegar al campamento, quizás ya todos estaban allá.  Tomados de la mano recorrimos el camino de regreso al campamento mientras ella me mostraba las marcas del camino, esta vez las había hecho ella, para guiar al grupo al sitio de encuentro.  Una loma rodeada de eucaliptos con una zona despejada para acampar, era el lugar perfecto para resguardarse a la vez que se podía observar cualquier cosa que subiera por la ladera de la montaña, la luz de la luna llena permitía ver el suelo con facilidad. 
Una fogata nos contaba que ya habían llegado, ella me soltó la mano y corrió a saludarlos, abrazándolos uno a uno les dio la bienvenida y me presentó a los que no conocía, el resto me miraba con sonrisa pícara, pero no hicieron comentario alguno.  
Preparamos una deliciosa cena, compartimos un café con brandy, Luis sacó la guitarra y comenzó la tertulia nocturna.   Valentina se recostó a mi lado, como si fuese mi pareja desde hace mucho, tal vez era así y ninguno de los dos lo sabíamos…  Tomé su mano y la besé, mientras la primera canción comenzaba a sonar:   “imagine all the people living in peace….”.


José Rafael Rivero
Venezuela
@LetrasySentires 






SILENCIO








Como si fueran de verdad las sombras
Como si fueran de papel estrujado
Como si fueran las palabras no dichas.
Estoy en la orilla del llanto
Y veo el vidrio en los ojos
Y el grito mudo
Y el espanto.
Calla la carta que nunca envié
Muere tu sonrisa imposible de nacer
Muere de una muerte abortiva
Arrancada, arrebatada, lacerada.
Ya no existen palabras que abrigan.
El silencio es una palabra cruel.-



Alejandra Abraham

Argentina



sábado, 27 de octubre de 2018

EL ÁRBOL


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Ese árbol viejo
es un árbol sabio
que tiene la experiencia
de dialogar con el viento
y dominar tempestades.

Ese árbol solitario
donde alguien
a su sombra llega
con cansado paso
le platica sus andares
y a veces llora soledades.

Yo también
quiero preguntarle
si el puede regalarme
un poco de paciencia.

Miro ese árbol viejo
que sólo se alimenta
del aire, de la brisa
y del trino de las aves.

¿Por qué entonces
quieren destruirlo?
no lo cortes,
cuídalo , protégelo
pues es tu amigo.

María Luz Olivares Aldana 
Veracruz, México

SUSPIRO DE TRES MIL AÑOS



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El beso primordial de los amantes locos nunca se olvida, la primera mirada de siglos aguarda a la llegada del amor caótico, las sensaciones cósmicas se consumen en la  tarde de agosto.
Recuerdo las caricias, los suspiros y las largas caminatas entre los pasillos de la ciudad secreta. Pienso más tarde, en aquella noche donde las fronteras se fracturaron, cambiamos nuestro amor por aquella eterna complacencia humana.
Suspiros robados, besos inspirados, caricias expandidas entre los cuerpos milenarios y un solo espacio-tiempo donde nuestras almas se desnudaron, la intimidad se disolvió en la esencia de Venus. Se despiertan sensaciones oníricas y dibujos surrealistas surgen con las melódicas baladas. La eterna inspiración de verano se conjuga con el invierno pasional.
Sueña a mi lado. Enamórame con tu sonrisa, despiértame con besos multicolor y llévame a conocer los planos astrales.
Conexiones que se establecen, miradas que habitan en las habitaciones psicodélicas, un sentimiento nostálgico que se expande cuando no estás. Y es que tu presencia ilumina mis sentidos y agudiza la esencia interna del alma. Tres mil años para amarnos desenfrenadamente, tres mil años recorriendo el mundo, tres mil años juntos.



Antonio Pérez Malpica
Papantla, Veracruz (México).

domingo, 7 de octubre de 2018

ERES FLOR









Eres mi amor.
Extremidad mutilada,
huella dibujada sobre el celaje;
bien o  mal.
Eres la que duerme aparte.
Sola, en pequeño bosque…
en mí pecho.
Eres flor, corola,
con otro nombre.
Nombre puro, limpio.
Eres llanto y tristeza.
Desventura de la virtud,
soledad marchita que nos envuelve.
Golpe de insomnio que nos agita.
Nido en la rama…
Espera
el regreso de la paloma con piedad.
Eres ángel de anunciación,
candor que florecía en tu adolescencia,
núbil vientre;
se erguía obsceno
en las primicias de la vida.
Eres flor,
corola, con otro nombre.
Eres la que me aprisiona.
Me haces sentir esperanza.
Sigo vivo para ti, por tu otro nombre.
Frágil flor.
Eres cielo.
Navío, umbral que resplandece.
Fantasma
que el viento extiende,
tu pétalo
tocó mi alma,
la corola que esperé.

Isidoro A. Gómez Montenegro.
México