martes, 3 de octubre de 2017

FRIDA



                                                

     Frida
(México, Septiembre 2017)

Tu nombre inexistente, entre los bloques de piedra y cemento, representan nuestras lágrimas. Muchos gritos desesperados y silenciosos se fusionan alrededor de tu seudónimo. Frida. Retrato de todos aquellos desasosiegos.
Polvillos amargos levantándose y flotando, como si fueran ingrávidos. Y allí estás tú. Mirando con ojos de asombro, nuestra rebelión interior contra la naturaleza violenta e inoportuna que atacó escuelas y edificios religiosos, donde el bautizo deseado, tomo el sabor amargo del barro, en una tumba.
Ahora levántame, que estamos de rodillas sin entender lo que está pasando.
Frida tu nombre es la esperanza de encontrarte, aunque signifique paciencia y dolor. Y a su vez es la ilusión de encontrarme fuerte y no para comprender, y si para sobreponerme al reto que la vida me impuso, por mi supervivencia.
Envuelve, Tú nombre, una sonrisa inocente, unos bucles endurecidos por la espera y un guardapolvo blanco con vivos rosas que rodean tu cuellito pequeño. Frida. Tu nombre representará a la humanidad que busca en su alma al niño que el tiempo devoró para entregarnos a la rapidez sin compromiso, a la antipatía del saber que dan las aulas y a la violencia de la pasión por todo aquello que el hombre no podrá contener “eternamente”, porque tal vocablo no existe, en lo urgente de la existencia. Y ahora, en lo fantasmal de tú nombre, el ruego es vida y la ansiedad es el fuego sagrado.
¿Qué va ser de ti? Dice la copla, pero me pregunto ¿Qué va a ser de mí?  Si edificamos este mundo para contener tu niñez, para abrazar el futuro con manos serenas, sobre tú candidez dónde todo… y todo cada día sería mejor.
Y ahora tu camita está vacía, esperándote y en la esquina de la pared esa flor, que misteriosamente, siempre se mantuvo verde con flores fragantes y junto a la ventana un librillo de páginas blancas, anhela salir a tu encuentro.
Frida no nos sueltes las manos,  la creación te mira a través  de sus aciertos y milenarios errores, dónde la negligencia lleva el banderín más arrogante.  


                                                                                Héctor Daniel Paz 
                                                                                      Argentina

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