miércoles, 13 de abril de 2022

UN COLIBRÍ LLAMADO POETA-SILVIA AQUINO LÓPEZ

 


Entre hermanos

y hermanas todas,

nació uno entre cien.

 

El hombre sensible,

que olfateaba

los olores del alba,

que a medio día

descubría los colores

del aire límpido

del siglo XXI

y cantaba con escritos

que salían de su inmenso

corazón como palabras.

 

Al anochecer descubría

ilusiones

entre los tañidos del amor.

 

Escribía poemas

para su inexistente amada.

 

Un hombre sensible

que compartía

con la humanidad

su único pantalón vaquero.

 

Pero hay fatalidades,

muchas, en la vida,

y, en el hombre sensible,

un colibrí

deseó empotrarse

en su sangre,

lo hace hundirse

y lo obliga a ingerir

drogas humanas.

 

Así, al alba, el hombre

tiene borrosas visiones,

por la tarde, cromáticos

sentimientos,

muchos instantes alterados.

 

Por la noche combate duro

entre la luz y la obscuridad.

 

El colibrí lo despierta

con sus aleteos primarios

y lo acompaña a consumir

cada vez más,

cada vez más, drogas humanas.

 

Por ello el hombre

desciende al profundo pozo

del cenote dulce de su alma.

 

Empezó su vagabundeo,

terribles sus encuentros

con miles similares,

miles trastornados, sufrientes.

 

No encontró ya su corazón,

solo flotaba en él un alma

obtusa que aspiraba el asbesto.

 

Hoy el hombre escribe

para sus oídos;

solo el colibrí lo escucha.

 

Pero eso no importa,

el hombre, en el fondo,

seguirá siendo poeta,

porque las alitas del colibrí

y su profundo pico,

le hacen recoger íntimamente

cada color, cada alucinación,

cada pesar, cada tormento,

cada suplicio humano.

 

Al hombre pueden nombrarlo

vagabundo, pueden llamarlo loco,

pueden designarlo con mil vainas

enojosas, fastidiosas y molestas,

pero yo sé que cada palabra

flotante de la boca interior

del hombre,

cada una es tan suave, melodiosa,

bondadosa y fiel, es tan íntima,

siempre

colmada de compasión humana.

 

La mente del hombre

no proviene de la droga estimulante,

sino de aquél colibrí

que nunca lo abandona. 

 

No podrá ser calificado poeta

aunque sus palabras

circulan en su sangre

y en su mínima alma.

 

Nada es escrito en un papel,

y ¿eso qué importa?

 

El hombre nació para morir

con un pedigüeño colibrí.


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